La producción de alimentos ecológicos de proximidad es una respuesta directa a las necesidades de nuestras comunidades rurales y urbanas. Cultivando la tierra de manera sostenible, respetamos los ciclos naturales y reducimos el uso de químicos, cuidando tanto nuestra salud como la del planeta. Además, al acortar la distancia entre quienes producen y quienes consumen, fortalecemos la economía local y fomentamos una conexión más cercana entre el campo y la ciudad, lo que nos ayuda a construir sociedades más justas y solidarias.
Estos circuitos cortos no solo reducen la huella ecológica al minimizar el transporte y el desperdicio, sino que también nos permiten conocer de dónde vienen nuestros alimentos y apoyar directamente a quienes trabajan la tierra. Apostar por estos modelos significa asegurar una soberanía alimentaria que pone a las personas y al medio ambiente en el centro, promoviendo una agricultura campesina que valora la biodiversidad y el bienestar colectivo.